Aunque la previsión meteorológica para este invierno es el de un invierno templado cuando la calle se ha convertido en tu hogar poco parece importar, aunque sin duda mejor que así sea. Sin duda las personas en calle son el último peldaño de la exclusión más extrema. Y aunque ésta esté presente en nuestras calles es, como muchas otras situaciones de exclusión, invisibilizada. Están en nuestras calles si bien no las vemos o no las queremos ver.
Alguien que conoce “la calle” y las personas que desgraciadamente esta sociedad ha concluido que su hogar sea ésta es Pottoko. Ha estado 35 años en Cáritas trabajando con personas sin hogar, “pero siempre en centros, montando centros y dirigiendo centros”, pero el quería estar “una vez por todas dónde está la gente” es decir, en la calle. Así ha vuelto a sus inicios. Y lo ha hecho montando el proyecto Bidelagun. Aprovechando su contrato de relevo se digo, “esta es la mía”. Todo parecía propicio, “Cáritas quería montar un proyecto piloto en un municipio de la provincia y una de las comarcas que se presentaron fue Irun-Hondarribia”. Y así nace Bidelagun. “¿Por qué el nombre de Bidelagun?” se preguntaron, y la respuesta fue sencilla, “estábamos barajando diferentes nombres y bueno, bide=camino, lagun=amigo, Amigo del camino, Bidelagun. Tampoco le dimos muchas vueltas”.
Para las voluntarias de Bidelagun la parte fundamental de su labor es que ellas de entrada no se plantean “un objetivo de inclusión, de inserción” algo por lo que han tenido “pequeñas desavenencias con el Ayuntamiento”. Para ellas es el camino el que les llevará a “estos procesos de inclusión”, sin embargo, “la verdad es que a mí estas palabras no me gustan, me ponen muy nervioso, como decía una compañera en una charla en Barcelona, los procesos de autonomía personal y dignidad de las personas que están en el mundo de la exclusión se dan en función de lo que la sociedad tienda a lograr”. Es por esto que prefiere hablar “de procesos personales, así de entrada no hay objetivo, esta es la gran diferencia con los y las trabajadoras sociales de los ayuntamientos”. Entonces ¿su objetivo cual es? Simple, “salir a la calle, vincular, aceptarles, no enjuiciarles para nada porque cuando a mí me cuentan sus trayectorias de vida yo tengo clara una noción de que yo mismo podía estar ahí”. Por lo tanto hay que humanizar la relación “porque desgraciadamente las relaciones entre las personas en la calle son relaciones bastantes tóxicas”. Es importantísimo “hacerles sentir personas con nombres y apellidos”. Con la experiencia que dan los años de trabajo y voluntariado todo parece ser tan sencillo como importante, “es un poco eso, hablar, no enjuiciar, esto me parece muy importante, haciéndoles ver que es alguien muy importantes para nosotras con el o ella cual vamos a crecer y podemos cambiar juntas, acompañarla, iniciar procesos”. Hay una palabra que le gusta muchísimo que es “reducir daños”, pues “la degeneración no tiene final. Es increíble los procesos de degeneración que he visto”, prosigue, “el deterioro de las personas suele ser muy rápido, aunque depende de cada persona, por ejemplo el deterioro de las mujeres es mayor” apostilla.
Es importantísimo hacerles sentir personas con nombres y apellidos
Algo que tienen muy claro en Betilagun es que se ponen al servicio de las personas y acompañan con lo que les pidan y lo que ellas pueden, como por ejemplo, temas administrativos, médicos, jurídicos, el tema de la soledad, simplemente estar ahí, “esto es lo que esencialmente hacemos, intentar hacer procesos personales”, siendo algo más, pues es “un crecimiento totalmente bidireccional” nos comenta. Habría que destacar “todo lo que esto aporta a las personas que estamos ahí, todo lo que podría aportar a la sociedad” porque como acertadamente indica esta situación es “el espejo que estamos generando como sociedad”. Porque que haya personas en calle es “un síntoma de una sociedad enferma. Es un proceso que estamos generando desde la misma sociedad. No hay derecho”.
“Llevo ya casi cuarenta años y algo que todos los días me da mucha fuerza para seguir es ser consciente que las partidas de las vidas de las personas no son iguales para todas y depende de donde nazcas, en qué estructuras, si es en las zonas límite y como no tengas estructuras de contención y acompañamiento estás avocada. A mí esto me parece injusto” confiesa. Se indigna al pensar “que aquí en la Comunidad Autónoma Vasca según donde nazcas tengas diez años de vida más o menos”. Y lo tiene claro, “yo podía ser esa persona si hubiera nacido en una estructura de estas. Es una pena que la sociedad no sea consciente de esto, que yo podía ser esa persona”. Todas podíamos ser esa persona. Esto es algo que todas deberíamos tener en cuenta y presente cada día pues la línea que nos separa de una vida aparentemente estructurada de una vida en la que la calle se convierta en tu hogar es bien fina y endeble.
Lo fundamental es estar y lo que más solicitan es alojamiento
A la pregunta de cuáles son las necesidades más inmediatas y lo primero que plantean las personas en calle, lo tiene tan claro como sencillo parece, “lo primero es estar. Lo que alucinan es que yo me siento a su lado, me siento a su altura, bajo a su terreno, al final estoy en su casa, entonces se genera una relación de iguales”. Pero en esto no está solo pues en Betilagun son un equipo de cuatro personas donde el “les ha acompañado también para saber como tener que acercarse. Algo que ha sido muy fácil porque han sido personas con muchas ganas”. En definitiva, “lo fundamental es estar y lo que más solicitan es alojamiento”.
Le apena, y mucho, cuando alguien dice “la gente está en la calle porque quiere estar ahí” a lo que respondería, “mírate al espejo porque tú podías estar ahí mañana”, en la calle ha conocido “ingenieros, abogados, jugadores de primera división de fútbol, etc... o sea que al final puedes ser tú”.
Sin lugar a dudas es el alojamiento en lo que pivota todo. Así el tema del alojamiento es “fundamental más cuando a día de hoy hay alternativas”. Reconoce que fue un enamorado del “housing first”, “me dije esto es una locura”. La primera vez que lo conoció fue “en Lisboa, hace diez años”. Nos explica que aquí “se han puesto varios pisos que están siendo un éxito pero por lo que sea no se está haciendo más”. Y sentencia, “son un éxito y se ve que si hay estructuras, cuando se quiere se puede”.
Parece que sí, que cuando se quiere se puede, como nos continúa explicando, “con el tema de la pandemia se abrieron frontones no para sacar a las personas de la calle sino para protegerse la sociedad que tenía mucho miedo”. Incluso sigue aclarando, “hubo una ayuda después del Gobierno Vasco que se llamaba «Lehen Urratsa» donde a la gente se le pagaba la habitación. Cáritas se presentó a esa ayuda y nos la dieron, de la gente que estaba con nosotras en los centros hubo cuarenta y cinco personas que fueron derivadas a habitaciones donde se dio un 100% de éxito”. Esto es algo que le hace afirmar que “la mayoría de las personas que hoy está en calle o por lo menos un tipo de perfil puede hacer frente perfectamente a una habitación”.
Hay gente que hace el camino de Santiago y no aguanta los albergues por dormir con otra gente
Una de las reflexiones que con los años se le ha planteado es el tipo de alojamientos que se da como alternativa, es decir, alojamientos colectivos frente a alojamientos individuales. Y se pregunta si ya es hora y “habría que aceptar el paso de los alojamientos colectivos al alojamientos individuales”, y de esta forma si “igual habría que ir desechando este modelo”.
Nos lo ilustra explicando que “hay personas que se pueden sentir vulnerables en un espacio compartido, puede que haya personas que en la calle en compañía de un animal, un perro, que se pueda sentir más protegida en la calle que en un recinto cerrado” donde además “los regímenes está muy establecidos” esto es algo que “las instituciones no entienden que cuando las personas tienen una vida completamente desestructurada donde te tienes que levantar cuando el sol te da en la cara o por obligación tienes que levantarte a las ocho de la mañan” no parece que imponer normas sea lo más apraopiado. “Voy a hacer una autocrítica, llevo cuarenta años y yo he sido de los que ha apostado por esto, he montado centros de más de cuarenta personas y además creía que era un éxito”. Sin embargo, cree que en estos momentos “los espacios de grupos de gente no ayuda a las personas, por el modelo de referencia”, incluso va más allá y comenta que en los centros “podemos encontrar todo tipo de situaciones personales. Al final el que una persona venga a dormir a un centro, un centro de los nuestros, y al lado esté yo borracho”, la persona que va a este centro persona se pregunta “¿este es mi espacio en el que me debo sentir segura?”, además se dan desigualdades así esta persona que “lleva recién empezada su estancia se encuentra conmigo que llevo ya un año” y piensa si “este el el futuro que me espera a mí”.
Confiesa que en “los últimos conseguimos un dineral e hicimos compartimentos individuales pero realmente no hay toda la intimidad que debería haber. Estos espacios diáfanos tienen que ser espacios de urgencia. Una semana y punto”. Lo explica con un ejemplo clarificador, “hay gente que hace el camino de Santiago y no aguanta los albergues por dormir con otra gente”. Pero parece que las personas en estás situaciones tienen que asumir que no tienen derecho a su intimidad y su seguridad. Siendo estos centros totalmente normativos. Desde Betilagun tienen claro que tienen que estar en la calle porque como dice “las personas excluidas en estos centros, no son como son, sino como nosotros queremos que sean porque no siempre quieren estar en estos centros, es por esto que repito que debemos estar en la calle, porque es aquí donde la persona es ella misma”. Y continua explicando que “una persona que tenga que estar seis meses en un centro donde un sábado o un domingo tienes que estar a las nueve y media de la noche y te tienes que levantar a las siete y media de la mañana y te tienes que ir a la calle, esto no es educativo”. Además prosigue denunciando que “hoy en día todavía funcionan así, habiendo espacios dónde están hombres y mujeres juntas y esto no es posible y menos como decíamos cuando la cosas funcionan como es el «housing first». Estás en la calle y como cumples los requisitos entras en un centro y allí te encuentras con distintas situaciones de distintas personas que están en procesos diferentes de su vida, hay quien le acaban de desahuciar y hay quien lleva un año viviendo en la calle o distintas edades, hombres y mujeres, ¿no hay programas específicos por parte de las instituciones para personas en calle?”.
Reconoce que si algo le duele, “y haciendo autocrítica, llevándola también a la entidad (Cáritas), es que un chaval de dieciocho años que se queda en a calle porque tiene que salir del piso y no hablo de personas migrante, personas de aquí, tenga que ir a dormir al Aterpe con personas mayores de 50 años totalmente alcoholizadas. Si hablamos de modelos de acompañamiento hay un gran déficit en todas las entidades”. ¿No hay programas específicos por parte de las instituciones para personas en calle? podemos volver a preguntarnos.
“Lo que no puede ser es que se diga que las personal en exclusión están en esta situación porque tienen un déficit de recurso individuales, yo suelo decir que la gran diferencia entre las personas en la calle y nosotras es una parte el tejido que lo han roto por las circunstancias tan estresantes que han vivido y que luego hay la falta de recursos individuales, yo le llamo la formación humana”. Hablamos mucho de la importancia de la formación académica que la tiene pero “tan importante como ella es la humana, el interiorizar habilidades, la caja de herramientas del mecánico. El mecánico puede ser muy bueno pero si no tiene una buena caja de herramientas... es como las personas y esto en la vida es fruto de unas estructuras familiares y de referencias”. Reitera la idea que la vida “te marca haya dónde nazcas, en la misma provincia de Gipuzkoa hay arrasadas por el consumo de drogas por ejemplo”.
Los modelos de acompañamiento son “el gran déficit, cuando las personas llegan al mundo de la calle, al mundo de la exclusión, hay una falta de recursos, lo que no puede ser es que si yo soy el educador, el tutor de una persona acogida y viene, por ejemplo al ayuntamiento, yo te digo lo que tienes que hacer, te hago una cronología de lo que tienes que hacer pero el gran problema es que esta persona no es capaz de hacerlo y entonces quedamos dentro de diez días y me dices que has hecho y la semana. Diez días después me dices que no he hecho nada y yo lo que hago es recriminarte”. Vuelve a la autocrítica “me doy cuenta que yo soy el primero que lo he hecho así, bueno yo y todos y todas la de mi quinta y se sigue haciendo así”. Y continúa con el recorrido de la persona en los servicios sociales y su crítica, “entonces dependiendo de como te vean a ti te ponen un acompañamiento durante un tiempo pero solo durante un tiempo y solo para cosas muy concretas pero no hay ningún tipo de vinculación lo que supone que al final las personas en calle quieran que lo hagamos nosotras” sentencia y aquí es donde reitera la diferencia entre el modelo de Betilagun y el de las instituciones, “nosotras nunca vamos a sustituir a la persona, obligarla a hacer nada, pero a lo que voy, lo triste es que cuando una persona llega a los servicios sociales con una serie de necesidades en una situación equis se abre un proceso como el que ya hemos hablado”. Lo que se tiene que hacer “es aprovechar ese proceso de acompañamiento para empoderar a la persona dónde tendría que ser un proceso educativo, en ese proceso yo que soy la referente te voy a acompañar pero en ese proceso tú vas a ser la protagonista aunque ya sabemos que es complicado”. Debe ser un espacio de empoderamiento, continúa, “donde tú cargas esa caja de herramientas y esto hoy en día no se hace”, e insiste, “es más, se culpabiliza a la persona que viene de que no hace proceso. Pero como va a hacer proceso cuando precisamente está en la calle por eso y de esta manera lo que estás haciendo es daño”. Otra cosa de la que se queja las personas en calle es que “muchas no quieren ir a los servicios sociales porque hay un continuo cuestionamiento y de preguntas”.
La crítica la extiende a la forma de hacer el recuento anual de personas en calle por parte de las instituciones, “el recuento me parece muy bien, pero ahí que salir y tomar un café”. Pero hacer ese cuestionario que se hace a las personas “yo siempre he opuesto a que de repente me venga una persona que no conozco y te diga «te voy a hacer una serie de preguntas»”.
El modelo de acompañamiento es lo que está fallando convirtiéndose en un déficit importante. “Yo diría que hay dos temas importantes, el alojamiento y el modelo de acompañamiento. Un modelo de acompañamiento que va unido a la sociedad, una sociedad que no acoge”. Y continúa en esta línea de denuncia, “es una sociedad que estigmatiza, es una forma de no verse en el espejo, no queremos preguntarnos ¿qué estilo de vida llevo yo? ¿qué estoy generando? por eso miramos para otro lado y echamos la culpa a la persona porque están así porque quieren, porque esto, porque lo otro...”
Soluciones que no solucionan
Para las personas que conoces los Servicios Sociales municipales no es una sorpresa saber que son un muro en el que las personas se dan de bruces. Un muro dónde se dan muchas paradojas como poner a una persona que ha sido desahuciada y que no tiene ingresos un educador o educadora para buscar piso, ¿para qué poner a una persona para buscar piso si no tiene ingresos y ya se sabe que no va a poder pagar porque no tiene ingresos? Mientras ahondando en la paradoja “luego buscan un piso para una persona que quizás todavía no tiene capacidades para estar en un piso ¿porqué no se monta «housing first» para eso? Igual esa persona no ha tenido formación para estar en un piso, por lo que sea, ha habido un deterioro, ¿por qué no se busca otras estructuras de vivienda?” asevera preguntando.
A lo que siempre surge la pregunta en estos casos “¿hay alternativas? ” Pues depende, “igual puede una persona ser autónoma o igual no, y si le pones una persona que le acompañe no le marques objetivos cerrados. Hay que tener cuidado con los objetivos cerrados. No seamos cuadradas ”. “Hay que conseguir la inserción ”, es el mantra, pero “¿qué es la inserción? ¿estamos nosotras insertadas? No lo tengo yo muy claro ”.
Si hablamos de objetivos institucionales al final deberíamos hablar de presupuestos, de gastos, en definitiva de dinero. Y en todo su devenir se busca homogeneizar, que es todo lo contrario a lo que estamos hablando. Al final eso es tiempo y tiempo para las instituciones es dinero que hay que priorizar en otras cosas y no en estas.
Ese reverso del espejo del que hablábamos no solo es en el que se mira las personas al ver a las personas en calle sino que es en el mismo en que se miran las instituciones públicas, y ese reverso es el fracaso de la propia sociedad y las políticas públicas y desde luego no va ha asumir que vivimos en una sociedad fracasada.
Me encanta recordar las charlas que daba hace veinte años a las de ahora
“En este tiempo yo he crecido, no tengo nada que ver con esa persona que fue a Madrid pensando que iba a salvar personas a montar esos espacios diáfanos de cuarenta plazas a cuestionar este modelo y reducir estos espacios a veinticinco y a volver a la calle”. “Yo vengo de ámbito de la empresa”, nos confiesa, “y lo dejo y me voy pensando que el empleo era la alternativa a todo”. “Voy a Madrid, Barcelona y cuando vuelvo lo primero que hago es montar unos talleres de inserción, en aquella yo creía en la inserción a través del empleo”. Después de un tiempo en que “pedí favores para insertar a personas y me quede sin amigos, con el tiempo cambié el nombre a los talleres, los llamé, talleres de promoción”. Todo es un proceso y así confiesa que “ha sido un camino constante de autocrítica, tanto personal como a la entidad. Y si es cierto y hay que decirlo que a mí Cáritas nunca se ha marcado objetivos cerrados, si lo hubiera hecho yo me habría ido. Si que me han ido aceptando y respetando mi propio proceso que yo he explicado”.
Un gran problema de las instituciones, que es fácilmente observable, es que no evalúan, hacen memorias dónde solo cuantifican las personas atendidas en sus servicios y además no ven como un fracaso que cada año aumenten el número de personas. Cierto, “se usan los datos para vender. Hemos insertado a tantas personas”. Sin embargo, “yo siempre me quedo con las personas más excluidas. ¿Insertadas? Ninguna, es imposible en personas que han llegado a esos procesos de desestructuración como no haya un cambio, una revolución del modelo. Sobre todo hay que decir que no es un problema individual. Hay que hacer un cambio de políticas. Aunque todavía en sus mentes, en la mente de los y las que hacen las políticas que ahí están, son personas excluidas, las meten todas en el mismo saco”. Incidir es esta idea que no es un problema individual es importante.
El problema de base parece ser que el objetivo al final es sacar a estas personas de la calle para que no se vean en la ciudad de compras como es Irun o una ciudad turística como es Hondarribia pero no para darles soluciones. Desde Erletxea hemos comprobado, por ejemplo, que se dan casos sangrantes de personas que estudian o trabajan y la única solución que les ofrecen es la estancia en el Centro de Zubia. Sí, “y para esto no hay derecho”.
Parece evidente que una de las preocupaciones es la situación de las mujeres en calle. Si ya un hombre joven o con cierta edad tiene ciertas dificultades pero ciertamente, una de las personas con una gran vulnerabilidad en la calle son las mujeres y más si eres joven. Es increíble que en el último recuento se diga que son 22 hombres y una sola mujer. Lo que nos lleva a una pregunta, ¿cómo creer esto si sin andar mucho por la ciudad desde Erletxea ya se conocemos a tres? Desde Betilagun lo refrendan, “algo curioso que si que estamos comprobando aquí en Irun es que hay más mujeres que en otras zonas. Estamos localizando más mujeres”. Este tema es un tema que le preocupa, “personalmente me ha costado muchísimo y he tenido que hacer formación”. Cuando te cuentan las situaciones particulares que “les ocurren a las mujeres te afecta”. Cuando una mujer acaba en al calle “la situación es grave pues por cultura tiende siempre a quedarse en casa aunque la relación familiar sea tóxica o se queda al cuidado de.... Y cuando ya están en calle hacen prostitución y además a unos niveles...” De noche en calle “se tienen que cuidar, desgraciadamente alguien las tiene que proteger y normalmente es a cambio de algo. Esto es terrible. Cuando ya tienen confianza contigo y te empiezan a contar y te dicen que para protegerse tienen que buscar y para ello se prostituyen a cambio de esa protección. Aquí en estas situaciones también tiene que haber un trabajo personalizado, acompañamiento”. Algo que de momento no se está dando, que sepamos.
Los tiempos cambian, “el problema es quedarte anclado que es lo que le ha pasado a la administración”
Las trayectorias de vida han ido cambiando desde los ochenta y noventa del siglo pasado hasta hoy, entre ellas las diversas situaciones que llevan a las personas a la calle. “Si han cambiado mucho. También el problema es quedarte anclado que es lo que le ha pasado a la administración. En los ochenta-noventa había mucha heroína pura y dura y mucho alcohol pero se puede decir que había buen rollo entre las personas, entre ellas, y también había mucha solidaridad entre ellas”. Sin embargo, podemos decir que “hoy en día la propia sociedad ha cambiado. Hoy la relación en la calle es tóxica y esto me cabrea pero lo entiendo. Una cosa que si quiero decir es que los consumos que he visto en Donostia no tienen nada que ver con los de Irun. Aquí no veo a las personas borrachas. Si que ves que beben unas cervezas pero no veo esas borracheras descomunales”.
Pero los consumos si que han cambiado “ahora hay más anfetamina con alcohol y eso ha cambiado las relaciones entre las personas. Hay mal rollo. Pero esto es un reflejo de la sociedad donde hay un mayor individualismo en todas las capas sociales”.
Integración, inserción, ¿a dónde? ¿a qué tipo de sociedad?
Tal vez estas personas estén excluidos de la sociedad del consumo pero siguen siendo sociedad, son el espejo de esta sociedad. Integración, inserción ¿a dónde? ¿a qué tipo de sociedad? son preguntas que debemos hacernos. Y plantear claramente que el proceso de cambio hacia una sociedad diferente debemos hacerlas todas pues sino ¿a dónde, a qué sociedad vamos a acompañar a las personas? Cierto, “no podemos ver la exclusión como arte de la sociedad, mientras esto suceda vamos a ir generando exclusión y cada vez más pues la sociedad lo admite. La exclusión viene bien para un montón de cosas. Hay que replantear las políticas, esto es fundamental. Sin embargo, los políticos no se plantean nada de esto. Te dicen «es que en todos los sistemas se da esto», pues yo estoy en en contra de este sistema”.
“Es una sociedad que genera exclusión y esta exclusión es producto de una sociedad enferma o replanteamos esta sociedad o dónde se va a insertar, porque si seguimos manteniendo este modelo es imposible que la persona se inserte. Hoy en día no es necesario hacer doctorados, es sentido común, son cosas lógicas”. Así por una parte esta el tema que “la sociedad acepta que tiene que haber exclusión y además como mí no me va a pillar y por otra tenemos que aceptar que un sector importante de la población no va encontrar empleo. Así que lo que hay que hacer es darle economía para que puedan vivir dignamente. Porque ¿qué pasa? ¿qué el empleo te da la vida?”. Además en la exclusión “¿qué empleos se dan? Empleos monótonos del tipo montaje de tornillo, y cosas por el estilo“. Con respeto para estos empleos pero “¿esto es lo que les va a proporcionar calidad de vida?”
La salud mental que tan de moda parece haberse puesto de moda pero que no siempre se trata desde una buena óptica como puede ser el caso de las personas en calle, dónde tan fundamental es pero no parece que la solución sea la mejor. Así la Diputación puso un programa dónde ponía una furgoneta delante de servicios sociales con un sicólogo “y allí nos fuimos. Resulta que trabajaban por citas y si yo tengo una persona que lo necesita, pues tiene que ir allí. Eso no sirve para nada. Si una persona tiene una enfermedad mental tendrás que vincularte con esa persona para que confíe en ti y esa persona podrá ir contigo, pero sino como va a acercarse a ningún sitio. Estas profesionales están acostumbradas a trabajar desde los despachos, en este caso han trasladado el despacho a una furgoneta pero para el caso es lo mismo. No es una solución para el mundo de la exclusión”. Una vez más el mismo modelo del que hablamos. Mientras la propia estancia en la calle ya genera propiamente una enfermedad mental. “Es un tema que me preocupa como persona que acompaña en calle, creo que faltan herramientas. Hay que buscar fórmulas, buscar personas que estén trabajando este tema y abordarlo”.